Adiós a un soldado del surco
A sus 84 años Catalino Díaz Villa, era un hombre fuerte y alegre que se ganaba la vida recogiendo latas y metales a cambio de dinero en los callejones de la ciudad de Phoenix. El 4 de julio no hizo excepción, sacó su carrito y salió a trabajar temprano, sin sospechar que un accidente de tráfico le arrebataría la vida antes de que pudiera alcanzar quizás el último de sus sueños.
La pérdida inesperada entristeció a la familia cercana de Díaz Villa para quienes él era un héroe y una inspiración. Para los que no lo conocían, el mexicano, oriundo de Icatepec, Guerrero, formó parte de una generación que dejó su sudor en los campos agrícolas de E.U. como trabajador del Programa Bracero.
“Él era un gran hombre”, dice su esposa e inseparable compañera Constantina Rodríguez Moreno de Díaz, con la voz quebrada entre orgullo y pena.
En México a hombres como él se les dio el nombre de “soldados del surco” porque con su mano de obra venían a reemplazar a los estadounidenses que se habían ido a la Segunda Guerra Mundial.
Durante los últimos años, Días Villa se integró a un movimiento de ex braceros en Arizona para recuperar parte del dinero que el gobierno de México les quitaba de los cheques durante su trabajo en los Estados Unidos entre 1943 a 1964.
“Él sentía que eso era muy importante, pero nunca recibió nada”, dice su esposa. “Siempre andábamos juntos, íbamos a las juntas los dos. Al consulado los dos, donde quiera íbamos juntos”, agrega.
En diciembre Díaz Villa, sometió su documentación en el Consulado General de México para reclamar los 3 mil 500 dólares que el gobierno de ese país ha destinado como compensación para los ex braceros. Pero pasaron los meses y las semanas sin tener noticias. Díaz Villa tenía esperanzas.
“Apenas el viernes, él me preguntó, me dijo que había que llamar”, dice su esposa por más de 50 años.
Una vida dura
En la sala de su casa en el centro de Phoenix, la mesa está cubierta de veladoras y flores. Rosas blancas y rojas adornan floreros. En el centro de la mesa permanece un plato con uvas frescas, las favoritas del difunto.
Díaz Villa nació un 30 de abril de 1925 en Icatepec, Guerrero y creció humildemente en el pueblo sin agua ni luz, donde no habían maestros, mas que para quienes podían pagarlos.
Su padre Rufino Díaz se dedicaba a sembrar en el campo y su madre Delfina Villa era ama de casa. Díaz Villa era el segundo de doce hermanos. A los ocho años tuvo que empezar a trabajar armando chiquihuites o cestos hechos de otate, un material similar al bambú. A los doce años empezó a trabajar arduas jornadas en las minas.
En 1955, supo de la oportunidad de viajar a Estados Unidos para trabajar como bracero, y se lanzó a la aventura. Pese a que ya tenía casi 30 años, Díaz Villa tuvo que rogarle a sus padres para que lo dejaran salir del pueblo. Su padre hipotecó una vaca y con eso consiguieron el dinero.
En E.U. lo esperaba un mundo nuevo. Sin aguardar a que pusieran su nombre en una lista de gobernación donde se incluía a los trabajadores huéspedes, llegó a Empalme, Sonora. Entre un mar de gente que llegaba de todas partes de México para trabajar en la “bracereada” consiguió un trabajo en Manteca, California.
“Yo corté de todo, corte la mora, corte la fresa, la uva, la cereza, el betabel, corte tomate”, comparte en su propias palabras Díaz Villa en la única entrevista grabada del archivo de ex braceros que guarda sus memorias.
Después de dos años, se regresó a México. No fue sino hasta 1991 que volvió a los E.U. con su esposa porque la situación económica empeoró en su pueblo y decidió establecerse en Phoenix, Arizona, donde ya tenían familiares.
Los últimos años de su vida los pasó juntando botes de metal a cambio de dinero después de que lo despidieran de su trabajo en jardinería porque decían que “ya estaba muy viejo para eso”, comparte su esposa.
“Él juntaba botes, se levantaba a las 4 de la mañana y se iba. Y se llenaba bien su carrito. Llegaba, al mediodía se tomaba su cafecito, después se acostaba a descansar, y ya cerca de la una, empezaba: ‘Ya me voy ahora sí’”, cuenta la señora.
Margarito Blancas, describe a su tío como un “Tarzán” un personaje de libros de aventuras quién poseía un don mágico para contar historias del campo y cacerías de animales.
“Era un hombre muy fuerte. Él sentía que todo lo podía lograr”, dice Blancas, un activista comunitario que aboga por los derechos de los inmigrantes. “Mi peor miedo era que alguien lo fuera a maltratar en las calles, caminando donde andaba. Yo pensaba que algo malo le podría pasar, pero nunca pensé que lo fuera a arrollar un carro”.
Según reportaron las autoridades, Díaz Villa fue atropellado mientras cruzaba la calle cerca de la intersección de Roosevelt y la calle 32, hacia las 3 de la tarde. La policía no presentó cargos contra el conductor.
“El compañero Catalino representa a uno de tantos compañeros del movimiento ex bracero que tienen necesidad”, comparte Gregorio León, amigo y organizador del Frente Bi-Nacional de Ex Braceros de Arizona. “Es un ejemplo de lo que desafortunadamente nos está tocando vivir, que muchos compañeros se están yendo y no han logrado recuperar el dinero que les pertenece”.
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