Catorceava Coacheleada: Crónica de Coachella 2013
Si hablas con un hípster recién llegado de Coachella –el festival musical masivo que desde 1999 se lleva a cabo en Indio, California–, es posible que te diga algo como: “No es sólo un maratón de música en vivo, es un viajesote que te transforma; en serio!”.
Una exageración, quizá, pero muchos coacheleros estarían de acuerdo en que es una experiencia imposible de olvidar, que se invita a ser repetida cuantas veces sea posible.
Quienes han asistido a este notorio multi-concierto, que recibe un promedio de 90,000 asistentes diarios durante tres dias en abril, saben que los 175 actos presentados en los seis escenarios de diferentes tamaños que cubren el vasto terreno de los campos de polo Empire, no representan la totalidad del evento.
Coachella es, ante todo, una celebración desmesurada del amor por la música en directo que la mayoría de los seres humanos desarrollamos en algún momento de nuestras vidas; es la fiesta que parece nunca terminar, donde tocan tus bandas favoritas, donde descubres artistas que no habías visto o escuchado antes, donde te conviertes en parte de una comunidad global que alza las manos al cielo y canta y baila bajo el sol, la luna y las estrellas (tanto naturales como artificiales, lo importante es que brillen sobre ti y esos momentos épicos que se quedan tatuados en tu memoria).
En términos económicos, Coachella (que en su primer año no generó ganancias suficientes y tuvo que esperar hasta 2001 para producir su segunda edición), se ha convertido en un gran negocio para Goldenvoice, compañía que organiza el espectáculo, recaudando $47 millones de dólares en ventas de boletos, y beneficios de hasta $254.4 millones para la ciudad de Indio en 2012, cuando el festival se expande a dos fines de semana.
De esta manera, los boletos para 2013 se agotaron en cuestión de horas casi un año antes de anunciar la cartelera. Para mí, después de un par de angustiosas horas navegando en la página oficial, logré conseguir entrada para el “Weekend 2”, lo cual me ofreció la ventaja de poder saber qué cosas no había que perderse según las críticas del “Weekend 1”.
El primer fin de semana de Coachella 2013 fue un éxito, a pesar de los fuertes vientos que levantaron cortinas de polvo, opacando las luces de la icónica rueda de la fortuna. Algunos artistas cancelaron, como Parov Stellar Band, pero el espectáculo en sí no fue afectado por ello.
De cualquier manera, aún siguiendo un itinerario estricto, uno jamás logra ver todo lo que quiere. Hay actividades imposibles de ignorar que te alejan de los escenarios, como tener que ir al baño, recargar tus botellas de agua y comer algo. No es nada recomendable aventarse una coacheleada hambreado y arriesgando a deshidratarse. Los paramédicos son rápidos en llegar al auxilio de quienes se desmayan, pero nadie quiere ser llevado a la enfermería y perderse las mejores presentaciones del día.
Ahora bien, existe una enorme diferencia entre hospedarse en uno de los hoteles con sopreprecio de Indo o sus alrededores, y acampar en los amplios terrenos del evento. Comodidad y lujos pueden ser indispensables para muchos, pero vivir Coachella plenamente significa pernoctar en los campos de polo Empire, despertando muy temprano (una carpa después de las ocho de la mañana es un horno), confundido y asoleado, para hacer cola en las regaderas, desayunar cervezas con papitas y tratar de llegar a tiempo a las primeras presentaciones de la jornada.
Enfrentando un programa conflictivo (plagado de decisiones como “¿Ver Phoenix o Sigur Rós o New Order? ¡Tocan al mismo tiempo!”), me propuse a ver la mayor cantidad de actos posibles, aunque significara ver muy pocos de ellos de principio a fin. Cargando botellas de agua a todo momento y acompañado por amigos de preferencias musicales similares, logré cubrir un buen porcentaje de lo planeado.
El viernes comenzamos con Tokyo Ska Paradise Orchestra, The Shouting Matches, Youth Lagoon, Polica, Metric, Of Monsters and Men, Passion Pit, Local Natives, Modest Mouse, Dog Blood, Beach House, TNGHT, Infected Mushroom, Yeah Yeah Yeahs, Band of Horses, Purity Ring, The Stone Roses, Purity Ring, Foals, Blur, Tegan and Sara, Bassnectar y How to Destroy Angels. Nos quedamos con las ganas de ver Stars, Alt-J y Japandroids. En general, una combinación muy afortunada de sonidos nuevos y bandas favoritas.
El sábado seguimos con 3Ball MTY, Mona, Wild Nothing, Shovels & Rope, Theophilus London, El-P, Puscifer, Café Tacvba, Portugal the Man, Hot Chip, Yeasayer, Grizzly Bear, Spiritualized, the Postal Service, Descendents, the XX, Two Door Cinema Club, Franz Ferdinand, Phoenix y Sigur Rós. Tuvimos que faltar a New Order, Major Lazer, Baauer y Moby (en un set como DJ). Todo el día fue como saltar de un momento legendario a otro, una verdadera gula de melodías y propuestas diversas.
El domingo terminamos con The Airborne Toxic Event, The Gaslight Anthem, Grimes, Social Distortion, Tempe Impala, Rodriguez, Vampire Weekend, Lucent Dossier Experience, Pretty Lights, Father John Misty, The Faint, Nick Cave and The Bad Seeds, Wu-Tang Clan, Red Hot Chili Peppers, Dead Can Dance, Disclosure y Eric Prydz. No hubo lugar para Ghost B.C., Mimosa y Hanni El Khatib. Mucha bailada, por alguna razón, como si el cansancio se manifestara contra sí mismo para producir energía extra.
En cuanto a los artistas hispanoparlantes en la cartelera, 3Ball MTY comenzó la pachanga sabatina con un gran ambiente, y Rodriguez cautivó a su audiencia domiguera con su distintiva voz, pero la mejor presentación en español fue la de Café Tacvba en el escenario principal, frente a un mar de banderas tricolor y una constante ola de chiflidos típicos y los albures pintorescos de rigor. Cada uno de los temas interpretados por los Tacubos fue coreado, incluso los del disco más reciente, “El objeto antes llamado disco”.
Entre las numerosas instalaciones de arte que también son parte de Coachella, destacó un caracol gigantesco llamado Helix Poeticus, que estuvo paseando por todo el festival, brillando en la noche y seguido de gente bailando a su alrededor o tomándole fotos. El mejor detalle de esta obra (creada por el colectivo Poetic Kinetics de Los Angeles) era la leyenda en su caparazón: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir lejos, vayan juntos”.
A pesar de la inversión financiera (el costo por boleto es de alrededor de $300 dolares, pero hay planes de pagos mensuales si actúas con rapidez), el esfuerzo físico y el tiempo necesario para asistir a Coachella, el viaje vale la pena. Es cierto, las multitudes de gente son abrumadoras y el consumo excesivo de drogas y alcohol podría intoxicar a un país pequeño, pero el carácter glorioso de las actuaciones y la camaraderia de los asistentes compensa cualquier inconveniente, incluyendo perder tu celular y tarjeta de débito justo al terminar de montar tu casa de campaña (nunca subestimes la generosidad de tus hermanos coacheleros). ¡Allá estaremos en 2014!
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