La Academia Norteamericana de la Lengua Española llora la muerte de un maestro de la prosa castellana
La Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) lamentó hoy el fallecimiento a los 89 años del respetado escritor español Miguel Delibes, definido por la institución como “el gran maestro de la prosa castellana”.
“La muerte de Miguel Delibes, el gran maestro de la prosa castellana, nos ha llenado de consternación a todos y cada uno de los miembros de la ANLE”, explicó en declaraciones a Efe el académico español Gerardo Piña Rosales, director desde hace dos años de la entidad con sede en Nueva York.
Según explicó Piña Rosales, con el fallecimiento de Miguel Delibes, nacido en 1920 y quien murió el viernes en su casa de la ciudad española de Valladolid (centro), “la literatura en lengua española ha perdido a uno de sus autores más representativos”.
El director de la ANLE recordó cómo en 2007 varios miembros de la academia norteamericana participaron en un congreso celebrado en Valladolid titulado “Cruzando fronteras: Miguel Delibes, entre lo local y lo universal”, en el que se examinó la recepción que la obra de Miguel Delibes había tenido en los Estados Unidos.
“Era evidente que, si bien la obra de Delibes no era demasiado conocida por el público estadounidense, ésta había sido objeto de estudio -y a lo largo de varias décadas- por los más egregios hispanistas norteamericanos”, subrayó Piña Rosales.
El académico aseguró así que, de entre la obra de Delibes, compuesta por alrededor de setenta títulos, “la novela más leída, más estudiada, más apreciada en Estados Unidos” es sin lugar a dudas “Cinco horas con Mario”, texto que el autor publicó en 1971.
Delibes, Premio Cervantes en 1993, fue, según el director de la ANLE, “siempre un autor local, de la misma manera que lo fue Federico García Lorca, y precisamente por eso, por haber llegado a lo más profundo y genuino de su entorno, de Castilla, es, y será siempre, universal”.
Las cenizas del respetado autor español, que deja escritas obras tan emblemáticas como “La sombra del ciprés es alargada” (1947), “El camino” (1950) o Los santos inocentes (1982), serán depositadas en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del Cementerio del Carmen de Valladolid, una vez que su cuerpo sea incinerado.
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